sábado, 21 de junio de 2014

LA BIBLIA ILUSTRADA PARA MUJERES. Proyecto Final.

Introducción

En pleno siglo XXI la mayoría de los ciudadanos de cualquier país laico postmoderno sin duda afirmaría que la religión ha dejado de tener un papel relevante en la vida de las personas, que se ha trasladado a un segundo plano o incluso secularizado. Esta sería una afirmación correcta para algunos estados, pero entre ellos no se encuentra España; la liturgia sigue teniendo un papel muy importante en la mayoría de comunidades y es fuente de ética y moral para gran parte de la población. 
Basándonos en los crecientes niveles de educación, modernización y laicización de todo el planeta debido a un aumento de la comunicación internacional (Internet, redes sociales, mass media, etc.) hubiera cabido esperar un proceso de democratización de las instituciones religiosas y, por qué no, un impulso en el camino hacia la igualdad de sexos. Por el contrario, parece ser que la fuerza conservadora que identificamos con la Iglesia se afianza y no se deshace del componente fundamentalista. 
Así, en nuestra actualidad, en la que la emancipación de la mujer poco a poco se convierte en un hecho, todavía hay un territorio que les queda vedado: lo sagrado. A pesar de que el 75% de las personas que sirven a la labor del cristianismo son mujeres, ninguna de ellas puede tener acceso a un cargo de verdadera responsabilidad y poder, negándoles así el derecho a decidir. Desde las diversas iglesias se continua defendiendo el ideal de mujer ama de casa y sierva de su familia, restringiendo su libertad de acción exclusivamente a lo doméstico, mientras que lo público se encuentra liderado sólo por hombres.
El proyecto “La Biblia Ilustrada para Mujeres” nace con el fin de cuestionar este papel que tiene la mujer en la Iglesia y revelar ante una sociedad moderna los textos terroríficos que contienen las denominadas “Sagradas escrituras”; pasajes altamente misóginos y violentos que antaño sirvieron para justificar la esclavitud femenina, y que hoy pueden ayudarnos a entender cómo el cristianismo ha sido y sigue siendo un obstáculo en la lucha por la emancipación de la mujer.
En los siguientes apartados, haremos un breve repaso por la historia para comprender cuáles son las herramientas que durante siglos han ayudado a la Iglesia a perpetuar la desigualdad de género dentro y fuera del organismo, así como por  las mujeres que lucharon contra ello, hasta concluir con las fotografías del proyecto y su correspondiente explicación.


La globalización de la religión y su herencia en el inconsciente colectivo

Decíamos anteriormente que la religión es un elemento que influye en las estructuras sociales de diversos países. Sin embargo, si realmente ejerce una verdadera influencia, ¿por qué las políticas por la igualdad de género de un país declarado confesional difieren muy poco de las de un país fuertemente laico como Francia? Quizás, la respuesta sea la imposibilidad de deshacernos de estereotipos consolidados a lo largo de los siglos e impuestos por las diferentes olas globalizadoras que hemos vivido. Y una de estas, quizás la que más huella dejó, fue el cristianismo. 
Desde su consolidación como religión de estado, en la época de los primeros emperadores romanos católicos, el cristianismo ha tenido como meta hacer llegar a toda la humanidad la revelación de la verdad por parte de una divinidad única y omnipotente. Las doctrinas y preceptos religiosos pasaron a ser el único pensamiento posible y rápidamente se posicionaron en los campos económico, político y social. Esta imposición de un único modelo posible, inevitable e irrevocable, que pretende extenderse a todos los confines del planeta y a todas las esferas de la vida, es lo que conocemos como globalización. Y es desde este concepto desde el que parten las desigualdades sociales. 
Hoy asociamos el término globalización a la identificada con lo económico y mercantil, pero lo cierto es que la humanidad ha vivido más de una globalización, aunque todas ellas tienen un elemento en común: el patriarcado. Sea cual sea el mundo que pretenden instaurar éste no confiere a las mujeres un valor más importante que el de sierva del hogar y su familia. 
Desde la curia romana se ha predicado este estereotipo mediante el adoctrinamiento, el arte y sobre todo se ha justificado por medio de las sagradas escrituras que contiene textos que dicen así: “No permito que la mujer enseñe ni ejerza autoridad sobre el hombre; sino que debe mantenerse en silencio. Fue Adán el primero en ser plasmado; después, Eva. Y no fue Adán el seducido, si no la mujer, que una vez seducida, incurrió en la trasgresión. Pero en su función maternal se salvará, si con toda serenidad permanece en fe, en amor y en santidad.” (1 Tim 3, 12-15). La lógica detrás de este pasaje es que toda mujer, descendiente de Eva, es pecadora como ella y culpable de los males de la humanidad y que la única manera de redimirse es engendrar hijos y cuidarlos. Tal vez hoy no lo pensemos del mismo modo, pero esta lógica es la que hace que muchos hombres no consideren a ninguna otra fémina digna de respeto que no sea su madre, o que la única figura femenina que tiene relevancia en la iconografía cristiana sea la Virgen María, y también es la misma lógica que hace que multitud de mujeres no conozcan camino alguno hacia la realización personal que no sea el de la maternidad. 
Uno de los padres de la Iglesia, venerado y beatificado por ésta, afirmó: “Es Eva, la tentadora, de quien debemos cuidarnos en toda mujer... No alcanzo a ver qué utilidad puede servir la mujer para el hombre, si se excluye la función de concebir niños”. La misoginia evidente de San Agustín de Hipona se ha venido reiterando hasta llegar a nuestros días, pero tomando forma de “mujer tenía que ser”, “algo habrá hecho para merecerlo” o “la violaron porque llevaba minifalda”.
El resurgimiento del fundamentalismo católico vaticanista y la pasividad del papado frente a los problemas de la mujer debido a su carácter conservador, propician que estos arquetipos femeninos sigan teniendo cabida en una sociedad supuestamente post-moderna. Prueba de ello es el caso del sacerdote italiano que, en el año 2012, osó afirmar que las principales culpables de que exista tanta violencia de género son las esposas que “cada vez más, provocan, se vuelven arrogantes y se creen autosuficientes y acaban por exasperar las tensiones”. Sobran las palabras...


Las precursoras de la lucha por la igualdad

Es impensable hacer un repaso por la historia de la relación entre feminismo y religión sin mencionar a algunas de las mujeres que desde hace siglos se han enfrentado al patriarcado, reclamando sus derechos como seres humanos y su espacio en la religión que profesaban.
Una de ellas fue Anna María Van Schurman (1607-1678), probablemente la mujer más culta del siglo XVII. Además de hablar trece idiomas, destacaba en el campo de las matemáticas, astronomía, pintura y escultura, pero sus pasiones eran la filosofía y la teología (disciplinas en las que ha sido vetada). En 1641 publicó “Dissertatio de ingenii mulieribus ad doctrinam et meliores litteras aptitudine”, que pretende demostrar que la excelencia es un deber desde le punto de vista filosófico y teológico y que es inmoral impedir esto a las mujeres. Aunque también afirmaba que el estudio no debía interferir en las labores domésticas,  debemos considerar que es un pensamiento muy adelantado para su época. La “Minerva de Holanda” consiguió ser una de las primeras mujeres en acceder a la Universidad (aunque bajo la condición de situarse al final del aula tras una cortina, y la prohibición de participar en cualquier tipo de debate).
Ya en la Edad Media hubo mujeres que destacaron notablemente e incluso llegaron a ser influyentes, como es el caso de Hildegarda de Bingen (1098-1179), una conocida abadesa, líder monacal, mística, profetisa, médica, compositora y escritora alemana que defendía la capacidad del género femenino para la práctica de la teología, un terreno absolutamente vedado para ellas.
Estas reivindicaciones en favor de la igualdad de acceso a la enseñanza y la cultura se fueron agudizando con el tiempo. Hacia finales del siglo XIV y principios del XV, nos encontramos con Christine de Pizan (1364-1430), la primera escritora profesional de la historia. Su obra “Le livre de la cité des dammes” (la ciudad de las damas), es considerado por muchos uno de los primeros manifiestos del feminismo más rudimentario. Contemporánea y simpatizante de Juana de Arco, le dedicó una obra llamada “Ditie de Jehanne dArc” (Canción en honor de Juana de Arco, 1429).
En España, un ejemplar de “Mística ciudad de Dios” escrito por una monja concepcionista llamada María Jesús de Ágreda (1602-1665), fue a parar a la Santa Inquisición. En ella expone la doctrina de la virgen como cofundadora de la Iglesia y sitúa en primer plano la subjetividad y los pensamientos de ésta. La amistad de la religiosa con el rey Felipe IV evitó su ejecución y posibilitó que la obra fuera publicada finalmente. 
A pesar de que a estas mujeres ya citadas se les consideró en su época influyentes o incluso santas, la Iglesa no les otorgó el reconocimiento oficial a sus aportaciones en el campo de la teología hasta el siglo XX y XXI; Hildegarda de Bingen, por ejemplo, no fue nombrada doctora de la Iglesia hasta el 2012. 
Esta reticencia por parte de los supuestos representantes de Dios en la tierra  a admitir las capacidades intelectuales de las mujeres fue probablemente en parte responsable de que no fuera hasta el siglo XIX cuando los ideales feministas fueron tomando forma y cuando los manifiestos y protestas tuvieron una repercusión efectiva. 
Una de las precursoras fue Mary Wollstonecraft (1759-1797), iniciadoras del pensamiento feminista y autora de “Vindicación de los derechos de la mujer” (1792).  Seguramente gracias a ella, y posteriormente,  a Elisabeth Cady Stanton (1815-1902) fue posible dar pasos de gigantes en contra de la desigualdad de género y se consiguió el sufragio femenino. Stanton también escribió varios manifiestos feministas y publicó además un libro llamado “The Woman’s Bible” (1895, 1898), uno de los más controversiales de la época victoriana. 
Para concluir, me gustaría destacar este último hecho ya que es donde confluyen los principales propósitos de las sabias de las que ya hemos hablado y tiene mucho en común con este proyecto; ya que en “La Biblia de la Mujer” la autora pretende reinterpretar las Sagradas Escrituras y utilizarlas para justificar su reivindicación de derechos, así como evaluar el impacto que éstas han tenido sobre el desarrollo del colectivo femenino.


El androcentrismo de la  Biblia

En la época del emperador Constantino, fue cuando empezó a forjarse el libro sagrado. Los religiosos de la época ya empezaban a dar forma a lo que hoy conocemos como el canon de La Biblia.
Ahora bien, ¿bajo qué criterios seleccionaron los textos? Para hacernos una ligera idea, vemos lo que uno de los padres de la Iglesia, San Agustín de Hipona, afirmó: “Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones.” 
En los diversos capítulos de los que consta la Biblia podemos encontrar infinidad de versículos que corroboran y apoyan estos argumentos. No es de extrañar que estos mismos textos hayan servido para justificar la misoginia y el patriarcado desde entonces, pues su condición de sagrado constituye en sí misma una prueba de su no cuestionabilidad. 
La cualidad propia de la mujer que impera en cualquiera de los dos testamentos (aparte de sierva de Dios y los hombres) es la de propiedad del varón. Este concepto alcanza sus cotas máximas de crueldad  en el Antiguo Testamento. Como ejemplo, podemos deleitarnos con la lectura del Deuteronomio, en el cual se establece una norma que dice que si un hombre viola a una mujer virgen, ha de casarse con ella y pagarle al padre cincuenta siclos de plata. La lógica detrás de esta cita es la de la propiedad estropeada: quien ha provocado el destrozo debe pagar una compensación al propietario y quedarse con el objeto dañado (Dt 22, 28-29).


La teología feminista: definición, objetivos y relación con el proyecto

Al inicio de embarcarme en esta aventura, investigando sobre los movimientos que han estudiado y cuestionado la relación entre mujer y religión, me topé con la teología feminista. Esta rama de la teología, rechaza la lógica de domino-sumisión del patriarcado, así como la exclusividad masculina en la liturgia. Quizás las palabras de Teresa Forcades, monja benedictina autora de “La teología feminista en la historia”, definan la corriente con más precisión:
“La teología feminista es una teología crítica. La investigación crítica se origina siempre a partir de una experiencia de contradicción. El objetivo de la teología crítica es doble: pone en evidencia los aspectos de la interpretación recibida que generan contradicciones, e intenta ofrecer alternativas de interpretación teológicamente consistentes que permitan superarlas. Dado que estas contradicciones a menudo vienen generadas por situaciones de discriminación o injusticia, a las teologías críticas también se las denomina teologías de la liberación”. 
En su vertiente filosófica, también se pregunta por qué han tendido a desaparecer de la historia las aportaciones intelectuales de las mujeres, o porqué no existe el sacerdocio femenino. 
Una de las herramientas que utiliza para refutar estas injusticias es la hermenéutica, esto es, la ciencia de interpretar las Sagradas Escrituras. Es aquí donde confluyen los objetivos de la teología feminista y los de “La Biblia Ilustrada para mujeres”: demostrar la naturaleza androcéntrica de diversos pasajes bíblicos y utilizarlos para cuestionar la tradición cristiana, que aún sigue siendo fuente de represión y dominio. 


Conclusiones e intenciones finales

Resumiendo, este análisis inicial sobre la repercusión de la religión en la sociedad actual, así como el conocer a las personalidades que se enfrentaron a los principios misóginos promovidos por la Iglesia, además del descubrimiento de la teología feminista, han ayudado a encauzar los principales propósitos de este proyecto.
También se han dibujado nuevos objetivos, a la vez que se han definido. En un principio la idea era poner en tela de juicio el papel de la mujer en la cristiandad, y finalmente se intenta a su vez hacer llegar al espectador y al lector, mediante este escrito inicial, las reivindicaciones de mujeres que aspiran a ejercer plenamente su voluntad como devotas. Y así buscar la solidaridad del conjunto de la sociedad para con ellas; pues, imaginemos por un instante, cuán diferente sería el mundo si contásemos con predicadoras y mujeres sacerdotes. Además, existe el deseo de poner en conocimiento de los demás la existencia de los llamados “Textos del terror” (término acuñado por la teóloga Phyllis Trible) en los que la exaltación de la violencia es una constante y se cierne en muchas ocasiones sobre la mujer.
Las imágenes que veremos más adelante podrían ser ilustraciones de algunos de estos pasajes, empapados de la misoginia más tremenda y voraz. 
El género del bodegón, muy relacionado con la simbología cristiana, es el conductor esencial del mensaje, pues su condición clásica y tradicional describe un paralelismo entre este género pictórico y el género femenino, infravalorados ambos a lo largo de los siglos y considerados como inferiores respecto a los demás.
Así mismo, se busca una apropiación de los diferentes métodos que han sido utilizados por la Iglesia como herramienta moralizadora y reformadora. Es por ello que la estética en conjunto se remite al barroco (época en las que proliferaron las obras de carácter religioso), y la publicación tiene un aspecto de libro antiguo con una reminiscencia bíblica. 
Llegados a este punto me gustaría aclarar que este trabajo ha sido elaborado desde una perspectiva atea, pues mi origen y el conocimiento que me aportó sobre la materia, me condujeron hace años a alejarme del catolicismo y dudar de la existencia de ningún dios verdadero y único. 
Igualmente, dejar claro que no constituye ningún manifiesto antivaticanista en contra del catolicismo, sino más bien una toma de conciencia sobre los valores que éste ha trasmitido y sigue transmitiendo a las mujeres de todo el mundo, y una apuesta por una religión más sana e igualitaria para que aquel que tenga la voluntad de unirse a la doctrina pueda hacerlo de una forma libre y plena.


IMÁGENES FINALES




Prov 31, 10-31
"Una mujer virtuosa, ¿Quién la hallará?
Su precio supera al de las perlas. 
Ella confía el corazón de su marido:
nunca le faltará de nada. [...]
Hace acopio de lana y de lino
y trabaja con mano decidida.
Es como la nave de un mercader:
trae de lejos provisiones.
Se levanta cuando aún es de noche
y prepara la comida para los suyos. [...]
Engañosa es la gracia, vana la belleza; 
la mujer que teme a Yavéh, ésa es de alabar.
Dadle del fruto de sus manos, 
y en la puerta sus obras se ensalcen".

Se trata del “Poema de la mujer fuerte”, toda una exaltación del arquetipo de mujer servicial, esclava de su marido y su casa. Según el último párrafo, cumpliendo con esta labor honra a Yavéh y por ello es alabada.
En la fotografía, la manzana es elegida para representar a la mujer; en el bodegón hay muchos otros tipos de fruta que se asocian con lo femenino pero la manzana, en este caso, guarda una clara relación con el pecado capital y la culpabilidad de Eva, y por ende, del resto de féminas. A menudo, en las escrituras se hace uso de esta creencia para justificar el sometimiento de la esposa al marido, y predican la redención de ésta a través de una vida sacrificada y limitada al entorno doméstico. 
Para destacar esta idea de sacrificio se hincaron en la manzana tres clavos, que en simbología cristiana se relaciona con la crucifixión. De la misma manera que Jesús dio su vida para el perdón de los hombres, la mujer católica se castiga constantemente para redimir el pecado de Eva. Este ensalzamiento de dicha tortura queda patente en la fotografía mediante el alzamiento de la fruta de la mesa, ya que es el tercio superior el que se identifica más con lo espiritual.
Por último, las rosas que hay esparcidas por la mesa simbolizan el martirio, testigos de la aflicción vivida. 





Éx 20, 17
"No codiciarás la casa de tu prójimo; ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea suya".

La fotografía representa el concepto de mujer objeto; tal y como dice uno de los diez mandamientos, es algo más que pertenece al hombre, al igual que su casa o su ganado. La legitimación de la cosificación de la mujer en el sagrado decálogo consituye una prueba de cómo el hombre se ha servido de su supuesta condición de intérpretes de la voluntad de Dios para posicionar a las mujeres en una escala inferior, negándoles así el derecho a decidir y pensar por ellas mismas. 
Esta pérdida de identidad es reflejada mediante un cuerpo desnudo, aparentemente inerte y apoyado sobre la mesa, que parece carecer de cabeza.
Al ocultarse tras el melón da prioridad a éste, que simboliza su sexualidad, otra propiedad más del hombre de la que dispone cuando le place. El hecho de que esté abierto no sólo dota a la fruta de unas connotaciones más carnales, sino que también son una muestra de la vulnerabilidad de nuestro sexo. 
En la actualidad el estereotipo de mujer- objeto sexual, parece que va cobrando cada vez más fuerza debido al beneficio que el mercado obtiene de la pervivencia de estos estigmas. 





Gn 19, 1-8
"[...] Llamaron a Lot y le dijeron: ¿Dónde están los hombres que entraron en tu casa esta noche? Sácanoslos para que abusemos de ellos. Salió Lot hacia ellos, a la entrada, y cerró tras de sí la puerta. Luego les dijo: Os ruego hermanos míos no hagáis tal maldad. Mirad, tengo dos hijas que no han conocido varón; os las sacaré fuera, y haced con ellas como bien os parezca. Pero no hagáis nada a estos hombres, puesto que se cobijaron a la sombra de mi techo".

Este relato nos cuenta cómo un habitante de Sodoma llamado Lot se salva de la destrucción de la ciudad porque está dispuesto a “sacrificar” a sus hijas en favor de los ángeles que habían venido a avisar de la catástrofe. 
Se podría decir que en el antiguo testamento, ofrecer hijas o siervas vírgenes para la resolución de conflictos de este tipo es casi una constante. Puede deberse a que se rige por la misma lógica que vimos en la anterior imagen: consideraban a las mujeres como propiedad, un objeto que puedo intercambiar o utilizar para negociar.
En esta imagen he optado por personificar cada elemento, es decir, cada uno “interpreta” a un personaje de la historia:
 - Los lirium blancos del fondo representan a los ángeles, pues es un tipo de flor muy asociada con la divinidad.
- La rosa, resguardada por los mensajeros, sería Lot. De nuevo aparece esta flor como símbolo del martirio, además ésta se encuentra ya marchita, para más inri. 
- Los melocotones, ofrecidos en bandeja de plata (en sentido literal y figurado), hacen el papel de las hijas, teñidos además de blanco para acentuar su pureza virginal.
- Y por último las cerezas, serían los hombres que asaltaron la casa y se encuentran rodeando a las hijas, pues las cerezas se suele identificar con la lujuria y con la virilidad.





Dt 22, 20-21
"Pero si la acusación fue verdad y no se hallaron en la joven las señales de virginidad, se llevará a la joven a la entrada de la casa de su padre, y los hombres de su ciudad la lapidarán hasta que muera, por haber cometido una infamia en Israel, prostituyéndose en la casa de su padre. Así harás desaparecer la maldad de en medio de ti".

Dentro de los llamados Textos del terror, además de violaciones podemos encontrar innumerables referencias a la lapidación, algo que la sociedad ha tendido a asociar con la cultura islámica, por la pervivencia de tales penas en algunos países que profesan dicha religión. Pero lo cierto es que en la Biblia judeocristiana también se menciona en varias ocasiones la lapidación como método de castigo.
Era una terrible pena de muerte impuesta principalmente a las mujeres adúlteras, mientras que el hombre que pecaba de adulterio salía impune, por considerarse que era la mujer la que lo había seducido.
En los estados laicos de la era postmoderna, no conocemos tales sentencias, no obstante la sociedad sigue tendiendo a hacer un juicio más negativo del adulterio si es cometido por una mujer a si, por el contrario, es el hombre el infiel. Así, cuando la infidelidad es perpetrada por la esposa, los calificativos que recibe ésta no son muy moderados; sin embargo al varón se le considera infiel por naturaleza, lo que le dota de una mayor masculinidad y, aún peor, en muchas ocasiones se considera culpable a su cónyuge porque “no le daba lo que él buscaba”.
La fotografía en este caso es muy clara. Nuevamente una fruta sirve para representar lo femenino, ya que, al igual que el melón, la sandía tiene también fuertes vínculos con la sexualidad. El color rojo además está conectado con la violencia, por ser el color de la sangre.
El pasaje elegido, impone esta pena, no para la mujer adúltera, sino para la que no resulta ser virgen...





Lev 15, 19-20
"Si una mujer padece flujo, flujo de sangre de su cuerpo, permanecerá siete días en su impureza, y quien la toque será impuro hasta la tarde. Todo lecho sobre el que ella duerma mientras dura su impureza, y todo mueble sobre el que ella se siente durante la menstruación, será impuro".

El pasaje bíblico lo expresa con bastante claridad: la menstruación es impura y quien se acerque a la “infectada” será impuro a su vez.
En el bodegón aparece un higo solitario, obvia referencia a las partes íntimas de la mujer, junto con una mancha de sangre menstrual. Es una escena aislada pues se intenta reflejar esa especie de destierro que vivía la mujer en sus “días del mes”.
El periodo es uno de los mayores tabúes relacionados con el género femenino. Aunque hemos avanzado muchísimo, aún se sigue fomentando en cierta manera la idea de que debemos guardarnos de mencionar o hablar cualquier cosa que tenga que ver con el tema. Este mismo argumento es utilizado por las empresas que comercializan tampones o compresas; el mensaje que envían a las potenciales compradoras podría reducirse a un “que no se note que lo llevas puesto”. 





Dt 21, 11-13
"Si ves entre los cautivos una mujer  hermosa la deseas para ti y quieres tomarla por mujer tuya, la introducirás en tu casa, y ella se raerá la cabeza y se cortará sus uñas; luego se quitará el vestido de su cautividad y habitará en tu casa".

El siguiente texto tiene la función de establecer las reglas para el reparto de los botines de guerra, entre los que podemos encontrar a las cautivas (toda una ganga). Unas leyes que dan potestad al varón para hacer con la mujer capturada lo que le plazca. Eso sí, para no provocar la ira de Yavéh, ha de raparse la cabeza, cortarse las uñas (¿?) y quitarse sus ropajes.
Lo cierto es que esta crueldad que recibían los prisioneros de guerra, no difiere mucho de la que hemos visto hasta las guerras más recientes. Evidentemente, no se tomaban a las mujeres como esclavas de por vida, pero en ocasiones estar en el bando perdedor puede acarrear peores consecuencias y torturas.
En la imagen vemos de nuevo un melocotón representando a la mujer, raído por completo, y su piel (su vestimenta) colgada de la jaula. El hecho de elevar la fruta del nivel de la mesa (lo terrenal) reproduce el acto de la “purificación” que debían superar estas rehenes antes de pasar a formar parte del órgano familiar.
Los barrotes de ésta supondrían una alegoría a su nueva prisión, el hogar al que pertenece su raptor.
Las cerezas se muestran otra vez como símbolo de virilidad y lujuria. Esto es debido quizás a la manera en que las cerezas tienen la costumbre de crecer, de par en par, que recuerdan a cierta zona de la anatomía masculina.






1 Cor 14, 34-35
"Las mujeres callen en las asambleas, pues no les está permitido hablar, sino que se muestren sumisas, como manda la ley. Y si quieren aprender algo que le pregunten a sus propios maridos en casa; pues no está bien visto que una mujer hable en una asamblea".

Ya desde el principio a las mujeres se les prohibía participar en cualquier acto litúrgico, a pesar de que fueron mujeres como María Magdalena las que más contribuyeron al impulso del cristianismo primitivo.
Ante la idea de que una mujer pudiera haber sido verdaderamente influyente, la Iglesia comenzó a divulgar bulos en torno a la figura de María Magdalena, y aún hoy la mayoría cree que fue solo una meretriz, e ignora el hecho de que incluso escribió un evangelio que la institución consideró apócrifo.
En la fotografía se ha hecho uso de distintos elementos para representar la dinámica del culto a Jesucristo. El hijo de Dios está representado en este caso por medio de un pescado; un símbolo utilizado por los primeros cristianos que se comunicaban a través de claves, ya que eran perseguidos indiscriminadamente. La palabra pez en griego, Ichthys, era el acrónimo de Iēsoûs CHristós THeoû hYiós Sōtér, o lo que es lo mismo, Jesucristo Hijo de Dios Salvador. 
El pez reposa sobre una cama de claveles, una flor con un matiz de masculinidad, que representa la pasión, el fervor. 
Abajo, en un nivel inferior, vemos un grupo de mujeres que quedan apartadas del culto activo al señor. Un nuevo elemento, el limón, cobra importancia, pues en la simbología clásica se identifica con la mujer santa, es por ello que se encuentra partida en dos, señal de las limitaciones que impusieron a su libertad de acción.




MAKING OF + SECUENCIA DE IMÁGENES



Secuencia 01 from Lucy GP on Vimeo.


lunes, 29 de abril de 2013

Proyecto de paisaje

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Retrato de ambiente

ARQUITECTURA: Teatro Miguel Fisac

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The colour of softness. Por Lucía G. Palacios y Alicia Cortés

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Autorretrato: frágil